Es día domingo, 7.00 am. En una hora los andarines estarán preparados en la puerta de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, para la última ruta del curso andarín: Los Belones – Calaflores, un recorrido de 14 km aproximadamente que se realiza bordeando la costa.
Yo, en mi cama, sopeso a conciencia la importancia de atender mis precarias necesidades de sueño y, considero muy, muy razonable complacerlas.
Pero…también me digo a mi misma que es la última ruta de este ciclo, el cierre de todo un año de vivencias compartidas, de generosas historias personales, el mismo polvo del camino, la misma sed, el mismo cansancio durante muchos kilómetros. Este es “el broche de oro”.
Y…prometo que mereció la pena
Esta zona es sin duda, una de las más bellas de la Región de Murcia. Está ubicada entre la orilla sur del Mar Menor y el mar Mediterráneo. Es una playa natural protegida de gran valor paisajístico.
Nuestra ruta comenzó en una cala y caminamos por todo el borde la costa. Una ruta montañosa escarpada que íbamos, subiendo y bajando.
El mar apareció tranquilo, con la luz de las 9.30 de la mañana en aquella cala que nos enamoró a todos. Bordeamos la costa asombrados por las vistas, caminando y compartiendo como siempre. Eché de menos a muchos….a Diego más que a nadie. Ana Dolores dibujaba en la arena mojada con su bastón. Con Manolo nos reímos al llegar a las playas de Calblanque…¡espero que se acuerde…!
Esta ruta guarda para sí características particulares, que se resumen en una frase “es el contraste entre montaña, mar y arena fina, donde la belleza está hasta donde tus ojos alcancen porque todo en su conjunto es de una belleza única”.
Las playas de Calblanque son también conocidas porque van hippies, familias, nudistas y deportistas. En fin, todo aquel que le guste el contacto directo con la naturaleza y que huye de las masificaciones.
A medio camino tuvimos oportunidad de bañamos. Las aguas nos rejuvenecieron. Algunos volvimos a ser niños (interiormente, claro).
Después de arenas parecidas a un desierto y de las miradas curiosas de algunos bañistas, comenzaron las duras y escarpadas cuestas que comunican Calblanque con Calaflores. Sufrimos un poco, pero a lo lejos cuando comenzamos a ver el amarillo precioso del autobús, con David, nuestro chofer, simplemente sentimos que alcanzamos el “tesoro”.
Como auténticos piratas, a la sombra del maletero del autobús, nos acompañamos de unos buenos frutos secos y una cerveza fresca. Sin duda una experiencia andarina inolvidable, que nos hizo valorar y respetar este maravilloso entorno del Mediterráneo y del privilegio que tenemos de poder disfrutarlo y admirar su belleza en la compañía de buenos amigos.
Prometo que mereció la pena. Ya dormiré otro día.
Más información:
Regulaciones previstas a partir del verano de 2017.
Inma Galera, Andarina del club.
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